viernes, 2 de enero de 2009

Un soneto de Carducci

En Fiesole, sobre las colinas Nororientales cercanas a Florencia, se encuentran las primeras edificaciones de lo que después sería --hacia el año 1000-- la capital de la Toscana. Allí, entre los nuevos palacios y construcciones del Siglo XVIII y XIX, se yerguen, imponentes, las ruinas romanas con su infaltable arena o coliseo.
Muy cerca del Museo de Paolo Conti, se encuentra un pasaje y una escarpada escalinata que lleva hacia la cima de una colina en cuya cúspide se eleva un antiquísimo monsterio de franciscanos aún vigente. Desde allí, en un descanso de la escalinata, se puede ver el profundo valle, el curso del Arno y la mancha urbana de la ciudad de donde sobresale, como otra colina, la roja cúpola que construyó el genio de Brunelleschi y que Miguel Angel llamó "La gran Máquina". Desde allí, también, se distingue, claro contra un fondo de tejados rojos, la esbelta blancura del Campanario levantado por Giotto.
En esta escalinata, sobre un muro de mármol se encuentra el siguiente soneto de Giosuè Carducci:

FIESOLE
Su l´arce ande mirò Fiesole al basso,
dov´or s´infiora la città di silla
stagnar livido l´Arno, a lento passo
richiama i francescani un suon di squilla.

Su le mura, dal rotto etrusco sasso
la lucertola figge la pupilla,
e un bosco di cipressi a i venti lasso
ulula, e il vespro solitario brilla.

Ma dal clivo lunato a la pianura
il campanil domina allegro como
la risorta nel mille itala gente.

O Mino, e nel tuo marmo e la natura
che de fanciulli a le ricciute chiome
ride, vergine e madre eternamente.

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